Desde sus inicios, el cine ha sido un medio capaz de explorar los rincones más oscuros de la imaginación humana, y pocas obras encarnan este potencial como Nosferatu: Una sinfonía del horror (1922) dirigida por F. W. Murnau. .
Esta película no solo transformó el género del terror, sino que también se convirtió en un emblema del cine mudo, destacando por su audaz mezcla de innovación, polémica y un estilo visual inolvidable.
Su génesis parte del deseo del productor Albin Grau de plasmar un relato de vampiros en la gran pantalla. Grau, un ocultista apasionado por lo sobrenatural, se inspiró en anécdotas sobre vampiros que escuchó de un campesino serbio durante la Primera Guerra Mundial. Aunque la idea inicial era adaptar la novela Drácula de Bram Stoker, los problemas legales con los derechos de autor llevaron al guionista Henrik Galeen a transformar la narrativa, creando así a Graf Orlok, un vampiro que redefiniría el terror visual y emocional.
La producción fue asumida por Prana Film, una compañía que, destinada a explorar temáticas esotéricas, apenas sobreviviría a los problemas legales que vendrían después. La elección de F. W. Murnau como director fue clave para dar vida a esta visión sombría.
Murnau, es uno de los nombres más emblemáticos del cine expresionista alemán. Nacido el 28 de diciembre de 1888 en Bielefeld, Alemania, se convirtió en una figura clave en la evolución del cine durante las primeras décadas del siglo XX. Su capacidad para conjugar innovación técnica, narrativa y visual lo estableció como uno de los directores más influyentes de la historia del séptimo arte.
Antes de adentrarse en el mundo del cine, Murnau estudió literatura alemana, historia del arte y teatro en la Universidad de Heidelberg, lo que marcó profundamente su estilo cinematográfico. Durante este período, descubrió las obras de escritores como Goethe y Schopenhauer, cuyas ideas filosóficas y literarias encontrarían eco en sus películas. Tras servir en la Primera Guerra Mundial como piloto, regresó a Alemania y comenzó a trabajar en teatro bajo la tutela de Max Reinhardt, un destacado director teatral. Este contacto con el teatro expresionista, conocido por su enfoque visual en la iluminación y la escenografía, sentó las bases de su posterior trabajo en el cine.
Murnau debutó como director en 1919 con la película Der Knabe in Blau. Sin embargo, fue su trabajo en Der letzte Mann (1924) el que lo consolidó como un innovador. En esta obra, utilizó la llamada «cámara desencadenada», que permitía movimientos fluidos y expresivos, una revolución para la época. Además, Der letzte Mann destacó por su narrativa visual, evitando el uso de intertítulos y confiando exclusivamente en las imágenes para contar su historia. Sin embargo, su obra más icónica ha sido Nosferatu: Una sinfonía del horror .
Conocido por su dominio del lenguaje visual y su inclinación por el expresionismo, Murnau creó una estética envolvente que marcaría un estándar en el cine. El rodaje, realizado en paisajes naturales de Alemania y Eslovaquia, capturó la atmósfera escalofriante que requería la historia. El Castillo de Orava, con sus corredores sombríos y torres góticas, se convirtió en un personaje más de la película, reforzando el entorno ominoso.
El papel del Conde Orlok, el vampiro de apariencia cadavérica y movimientos antinaturales, fue interpretado por Max Schreck, un actor cuya presencia en pantalla resultó muy inquietante. Nacido el 6 de septiembre de 1879 en Berlín, Alemania, Schreck se formó en artes dramáticas y desarrolló gran parte de su carrera en el teatro antes de incursionar en el cine. Aunque actuó en varias películas, su interpretación en Nosferatu eclipsó el resto de su carrera. Su habilidad para encarnar al Conde Orlok, con una transformación física impresionante, lo consolidó como una figura imprescindible del cine de terror.
Gustav von Wangenheim, nacido el 18 de febrero de 1895 en Wiesbaden, Alemania, interpretó a Thomas Hutter, el joven agente inmobiliario que viaja al castillo del Conde Orlok y desata los eventos principales de la historia. Von Wangenheim provenía de una familia de actores y tenía experiencia tanto en teatro como en cine. Además de su carrera actoral, fue director y escritor, destacándose por su compromiso con las ideas progresistas de la época. Aunque su papel en Nosferatu es recordado principalmente por su ingenuidad y valentía, su vida posterior estuvo marcada por su afiliación al partido comunista y su exilio durante el nazismo. Por su parte, Greta Schröder, nacida el 27 de junio de 1891 en Düsseldorf, Alemania, dio vida a Ellen Hutter, la esposa de Thomas, cuya pureza e inocencia se convierten en un elemento central de la trama. Ellen es el objetivo del Conde Orlok y también la clave de su destrucción. Schröder era una actriz destacada del cine mudo y participó en varias producciones alemanas durante la década de 1920. Sin embargo, su legado cinematográfico está irremediablemente ligado a Nosferatu, donde su actuación transmite una mezcla de vulnerabilidad y fortaleza que cautiva a los espectadores.
Alexander Granach interpretó a Knock, el jefe de Hutter, un personaje excéntrico y perturbador que actúa como sirviente humano del Conde Orlok. Granach, nacido el 18 de abril de 1890 en el Imperio Austrohúngaro (actual Ucrania), tuvo una infancia humilde antes de dedicarse al teatro. Su carácter expresivo y su talento natural lo llevaron al éxito en el escenario y el cine. Después de Nosferatu, continuó su carrera en Alemania hasta que el ascenso del nazismo lo obligó a emigrar a los Estados Unidos, donde trabajó en producciones de Hollywood. Su interpretación de Knock, con su locura y gestos exagerados, sigue siendo uno de los elementos más memorables de la película.
Georg H. Schnell interpretó a Herr Harding, amigo cercano de los Hutter, mientras que Ruth Landshoff dio vida a Annie, su esposa. Aunque sus roles son secundarios, ambos actores aportaron una dimensión realista y emocional a la historia. Schnell fue un actor con una carrera prolífica en el cine mudo, mientras que Landshoff también se destacó como escritora y periodista, especialmente tras emigrar a los Estados Unidos debido a su origen judío.
Uno de los aspectos más impactantes de Nosferatu fue la interpretación de Max Schreck como el Conde Orlok, cuya transformación física, con orejas puntiagudas, ojos hundidos y una cadavérica apariencia, creó una de las figuras más icónicas del cine de terror. Su inquietante presencia en pantalla generó mitos sobre su identidad, incluyendo la idea de que era un vampiro real, una ficción explorada en Shadow of the Vampire (2000). Aunque estas leyendas son solo parte del folclore cinematográfico, su actuación sigue siendo objeto de fascinación. El lenguaje visual de Murnau, marcado por el uso innovador de la luz y la sombra, elevó la película a un nivel artístico excepcional, con técnicas como la aceleración, la inversión de negativos y el stop-motion que aportaron un aura sobrenatural al film. Escenas memorables, como la del Conde Orlok emergiendo rígidamente de su ataúd o proyectando su sombra alargada en una escalera, simbolizan el dominio visual de Murnau y su capacidad para capturar la esencia del terror. Sin embargo, la película no estuvo exenta de controversias, ya que Florence Stoker, viuda de Bram Stoker, demandó a Prana Film por violación de derechos de autor, logrando que se ordenara la destrucción de todas las copias de la película. Afortunadamente, algunas versiones sobrevivieron gracias a distribuciones internacionales y copias clandestinas, lo que aseguró que Nosferatu alcanzara el estatus de clásico. Con el tiempo, la obra ha sido restaurada y revalorizada, consolidándose como una fuente de inspiración para cineastas, artistas y escritores.