Jonathan Swift, hijo de un modesto abogado y una ama de casa, nació en Dublín el 30 de noviembre de 1667 en circunstancias difíciles. Su padre falleció poco antes de su nacimiento, dejando a su madre en una situación económica precaria. Fue su tío Godwin quien se hizo cargo de su educación en medio de grandes dificultades financieras, ya que su madre se trasladó a Inglaterra poco después de dejarlo bajo su cuidado. A pesar de la pobreza que marcó su infancia, Swift mostró desde temprana edad un intelecto brillante, aprendiendo a leer a los tres años y desarrollando una temprana afición por los textos de Plutarco.
Gracias a la intervención de su madre, Jonathan fue enviado al prestigioso colegio Kilkenny, conocido como el «Eton de Irlanda», aunque llegó sin conocer los rudimentos del latín, necesarios para el ingreso. Durante sus años escolares, forjó una amistad que duraría toda su vida con el comediógrafo William Congreve. Más tarde, Swift continuó sus estudios en el Trinity College de Dublín, aunque no destacó académicamente y sufrió las miserias tanto afectivas como materiales propias de su condición de huérfano y de estudiante pobre. Su situación financiera era tan precaria que poseía un solo traje y unos zapatos rotos, lo que lo aisló de sus compañeros.
En 1688, debido a los disturbios provocados por la Revolución Gloriosa, Swift se trasladó a Leicester para estar con su madre, quien vivía en la más extrema pobreza. Fue entonces cuando, a los 19 años, consiguió un puesto como secretario del político inglés William Temple, un pariente lejano de su madre. En la residencia de Temple, Swift se encontró con una niña llamada Esther Johnson, a quien se le encomendó como preceptor. Esta joven, que más tarde sería conocida como Stella, tendría una gran influencia en la vida de Swift, aunque la naturaleza exacta de su relación siempre fue objeto de especulación.
Durante los diez años que trabajó para Temple, Swift desarrolló su carrera como escritor, además de ordenarse sacerdote en 1694. Sin embargo, insatisfecho con sus limitadas oportunidades y funciones subalternas, decidió abandonar Moor Park y hacerse cargo de una pequeña parroquia en Kilroot, Irlanda del Norte. Aunque regresaría a Temple en 1696, su descontento con la falta de promoción y reconocimiento en este entorno aristocrático marcó su carácter y, en parte, motivó su mordaz crítica hacia las élites de su tiempo.
La estancia de Swift con Temple le permitió ampliar sus horizontes intelectuales y escribir su primera obra importante, La batalla entre los libros antiguos y los modernos, en la que defendía la superioridad de los autores clásicos frente a los modernos, una cuestión que también había apasionado a Temple. Tras la muerte de su mentor en 1699, Swift aceptó un puesto como capellán de Lord Berkeley, aunque sus expectativas de ocupar un cargo más prestigioso no se cumplieron.
A pesar de estos primeros reveses, Swift comenzó a ganar reconocimiento con la publicación de panfletos y obras satíricas como El cuento del tonel (1704), donde criticaba las corrientes intelectuales contemporáneas y que le valió la antipatía de la reina Ana. A medida que su carrera avanzaba, también lo hacía su relación con Stella, quien lo acompañó en su regreso a Irlanda en 1701. La correspondencia entre ambos, recogida en su Diario para Stella, revela la importancia de esta relación en la vida emocional de Swift, así como su habilidad para combinar la introspección con la crítica social.
Este contexto vital, lleno de dificultades personales y profesionales, fue clave en el desarrollo del estilo satírico que caracterizó su obra.
En Los viajes de Gulliver, una de sus obras más icónicas, el autor explora los defectos de la humanidad a través de los ojos del protagonista, Lemuel Gulliver, un médico que viaja a tierras imaginarias. Cada uno de los lugares que visita Gulliver —desde Liliput, donde los habitantes son diminutos, hasta Brobdingnag, una tierra de gigantes— ofrece una perspectiva satírica de la sociedad inglesa del siglo XVIII. El relato se transforma así en una crítica de la política, las costumbres y la cultura de su tiempo, desafiando la noción de que el ser humano es inherentemente racional o justo.
Sin embargo, Swift no limitó su producción literaria a los relatos de ficción. También fue un prolífico escritor de ensayos y panfletos políticos, en los que abordó con dureza temas como la opresión de los irlandeses bajo el dominio inglés. Un ejemplo claro de su estilo satírico y mordaz es Una modesta proposición (1729), en la que sugiere, con aparente seriedad, que la solución a la pobreza en Irlanda es que las familias pobres vendan a sus hijos como alimento. Esta sátira brutal expone las atrocidades de las políticas inglesas hacia Irlanda y subraya el cinismo de las clases gobernantes. Aunque el tono del ensayo es frío y racional, su mensaje subyacente es devastador, lo que lo convierte en una de las obras más potentes de la literatura política de todos los tiempos.
La escritura de Swift no solo atacaba las estructuras de poder, sino que también exploraba las debilidades humanas. A menudo expresaba una visión profundamente pesimista de la naturaleza humana, sugiriendo que la razón, tan venerada durante la Ilustración, era insuficiente para corregir las inclinaciones egoístas y corruptas de las personas. Esta perspectiva se refleja también en sus escritos más personales, como en sus cartas y en su Diario para Stella, una serie de misivas escritas para su amiga Esther Johnson, en las que se revela una faceta más íntima y vulnerable del autor.
A pesar de su éxito literario, Swift vivió sus últimos años aquejado por problemas de salud, que incluyeron una pérdida progresiva de la audición y, posiblemente, una enfermedad mental. Falleció el 19 de octubre de 1745 y hoy día se le recuerda no solo como uno de los grandes maestros de la sátira, sino también como un defensor feroz de la justicia y la igualdad. Su obra invita a los lectores a cuestionar las instituciones de poder y a reflexionar sobre las debilidades humanas, mientras nos desafía a considerar si el progreso es realmente posible en un mundo tan lleno de contradicciones.