Por SARA PRETICOR
La obra de Bessie Smith hoy día sigue brillando con intensidad y es plenamente reconocible dentro de los círculos del blues y del jazz, pero la figura de Bessie trascendió a su figura musical; no solo fue la emperatriz del Blues, título que le fue merecidamente otorgado en el esplendor de su carrera, sino también fue la primera mujer negra cantante de blues plenamente independiente, vivió su sexualidad sin ocultarse, conquistó un género que en aquella época era cosa de hombres y plasmó las inquietudes y vivencias de las mujeres de raíces sureñas en cada canción, siguiendo la estela que ya había iniciado Ma Rainey.
Nacida en 1894 en Chattanooga (Tennessee), se quedó huérfana junto con sus siete hermanos cuando todavía era una niña, por lo cual se vio obligada a ganarse la vida desde muy corta edad. Comenzó su carrera cantando y actuando en la calle por unas monedas, y su suerte cambió cuando la madre del blues, Ma Rainey, se fijó en ella y la apadrinó. En años posteriores se generó la falsa historia de que Ma Rainey secuestró a Bessie, forzándola a que se uniera a los Rabbit’s Foot Minstrels, y la inició en el género del blues. Lo que sí es cierto es que Ma Riney se volcó en ella y, durante años, las dos formaron parte habitual de los minstrels. Estos recorridos entre el sur y el este estadounidenses influyeron mucho en la obra de Smith y marcaron un punto de inflexión en su estilo, entre los cantos religiosos y el profano blues clásico.
Bessie plasmó sus raíces sureñas en cada canción. En ellas cantaba sobre las esperanzas y frustraciones de toda una generación afroamericana, hablaba de pobreza y de racismo y servía de altavoz de una comunidad negra que vivía silenciada.
Actuó en multitud de bares y teatros de los estados del sur con espectáculos que aunaban conciertos y representaciones teatrales, lo que la convirtió en una de las principales referentes del vodevil estadounidense. A principios de los años veinte fue rechazada para cantar como vocalista principal en el Teatro Apolo de Harlem y también para formar parte de los coros, por el color de su piel, que catalogaron como «demasiado oscura», pero poco tiempo después se trasladó a Filadelfia, donde Columbia Records apostó por su talento. En aquel momento vieron un filón en el mercado afroamericano y tras el éxito de Crazy Blues, grabado por Mamie Smith en 1920, con St. Louis Blues Bessie Smith dejó pequeños los éxitos anteriores y este tema terminó por convertirse en la composición más importante del blues clásico. La canción contó con el apoyo instrumental de la banda de Louis Armstrong, mostrando una unión entre el jazz y el blues, y colaborarían en muchas otras ocasiones, destacando el tema Careless Love.
La experiencia de Bessie Smith, que durante tantos años había actuado en toda clase de escenarios, cantando sin la ayuda de un micrófono y teniendo que interpretar y bailar para mantener la atención del espectador, hizo de ella una artista con un dominio absoluto en vivo.
La relación con Columbia Records duró cerca de diez años, y durante esa década su éxito se consolidó: poseía su propia compañía, con la que hacía giras por todo Estados Unidos, y se desplazaban en un vagón de tren remodelado en el que comían y dormían para evitar problemas con los hoteles por su restrictiva política hacia los negros. En ese tiempo siempre estuvo acompañada de extraordinarios músicos, como los saxofonistas Coleman Hawkins y Chu Berry, el clarinetista Buster Bailey o el pianista James P. Johnson.
La Ley Seca se instauró en Estados Unidos desde 1920 hasta 1933, pero no fue disuasoria para Smith. Su temprana adicción al alcohol, a las drogas y al sexo fue en aumento, aun estando en la cima nunca pudo superar la discriminación racial de la sociedad y dilapidaba todo lo que ganaba con su música. Su matrimonio con Jack Gee terminó de manera abrupta en 1929 después de muchos episodios de malos tratos. Ella asume valientemente sus preferencias sexuales hacia las mujeres en varias canciones, un ejemplo de ello es It’s Dirty But Good, de 1930.
En los años de la Gran Depresión del 29 su cotización como artista disminuyó; sus actuaciones fueron escaseando y llegó a cantar en lugares sórdidos, donde el público le pedía continuamente canciones de carácter sexual. Una vez pasados los devastadores efectos de la Crisis del 29, los contratos y actuaciones se reanudaron y durante la gira musical Broadway Rastrus, planificada en localidades del sur, el 26 de septiembre de 1937 fallecería en un accidente de coche en Clarksdale, Misisipi. Su trágica muerte desató una vez más la polémica sobre las víctimas del racismo en los Estados Unidos. Corrieron varios rumores: uno de ellos fue que el médico que acudió a la escena la ignoró mientras atendía a una pareja blanca, otro fue que la ambulancia la dejó morir desangrada al no querer recoger su cuerpo de la carretera, y también se dijo que fue trasladada a un hospital para blancos y se negaron a atenderla. Pocos días después tuvo lugar su entierro en Filadelfia con una comitiva de miles de personas y fue enterrada en una tumba sin lápida. Se dice que Janis Joplin en 1970 compró su lápida
y mandó grabar este epitafio, que es el que reza a día de hoy:
«La más grande de todas las cantantes de blues del mundo, nunca dejará de cantar».