GENEALOGÍA DEL PAISAJE INTERIOR
Callaba la tierra
La autora Nerea Aguado Alonso nos presenta su nueva obra Callaba la tierra, publicada por la editorial Uve Books. Nos encontramos ante un libro especialmente original, en el que la autora teje una genealogía del paisaje familiar y personal, a través de una escritura frondosa, que se adhiere a la piel de todo lector y lectora que se atreve a adentrarse en sus páginas. La autora, nos desvela algunas de las claves de esta obra en esta entrevista, el nacimiento, desarrollo y desenlace de este resurgir del pasado en versos, este modo de alzarse la memoria a través del paisaje interior y exterior, también.
Nerea Aguado Alonso (Pamplona, 1982), es Comunicadora Inclusiva, licenciada en Comunicación Audiovisual, Especialista en Igualdad entre Mujeres y Hombres, estudiante de Psicología. Ha colaborado en diversas revistas (El Mono) y fanzines (Mujeres Legendarias del Lejano Oeste junto a la ilustradora Irati FG , Piratas y Mujeres Legendarias de Ultramar junto a las ilustradoras Irati FG y Ana Albares, y Ukelela entre otros). Ha coordinado diversos proyectos de memoria, ilustración y poesía (Memoria a la fresca del programa Landarte 2019). Autora del libro de poemas: Accidente geográfico (Editorial Balas Trazadoras).
— En tu obra se establece un vínculo importante entre la genealogía familiar y el paisaje, ¿cómo surge esa relación tan íntima que seduce a quien lee este libro desde las primeras páginas y lo acerca al poema?
Mis familias están ligadas a los lugares en los que nacieron y vivieron, aquellos donde me criaron a ratos. A los hogares, pero también al paisaje. No es lo mismo pasar los veranos mirando al mar, que corriendo por el bosque, que jugando con la arcilla de las Bardenas Reales. Los paisajes y el medio ambiente marcan los usos y costumbres, la hora de la siesta, salir a la fresca, la niebla que sube del canal, el cielo plano. Somos también los horizontes donde descansamos la mirada y nuestra familia es la sombra que se proyecta sobre ellos.
— Este reencuentro con el paisaje y su historia, ¿te ha transformado una vez escrito? ¿Cómo ha sido tu experiencia una vez concluida su escritura?
Primero me transformó mientras lo escribía. Cuando se escribe de fuera adentro, elegir qué se mira es también elegir qué queremos expresar. Además, observas de otra manera, menos profunda y más abierta. Dejas de buscar el significado en el paisaje, para verlo desnudo de recuerdos.
Después, al volver a los poemas, tras ese barbecho que tanto oxigena, me he leído a mí. Empecé el libro como un álbum de recuerdos, para guardar en palabras las fotografías que ya no iba a poder sacar. Pero me he dado cuenta que no solo los atesoraba, también me despedía de una perspectiva que ha empezado a cambiar.
— En cada libro de poemas existe una narrativa propia, también ritmo y ritual, cada libro surge en un momento vital importante que quizá marca su trayectoria o inicio o desenlace, ¿acompaña este libro algún momento vital de especial trascendencia para ti?
Sí. Ver un lugar vivido de niña y joven con ojos de adulta. El proyecto Landarte, donde Irati y yo acompañamos a habitantes de Cabanillas a recoger historias orales y convertirlas en poemas y collages fue uno de esos momentos.
La venta de la casa de mi abuela materna, perder la vivienda de referencia de mi niñez y juventud, fue el otro.
Yo volvía a un lugar donde ya no tenía habitación. Fue una paradoja que disparó las ganas de recolectar olores, temperaturas, texturas.
— ¿Existen en tu obra poética algunas claves importantes que te definen a la hora de escribir o marcan tu trayectoria profesional?
El tachado, lo concreto y lo físico. Busco la sensación para hacerme entender, para que la gente perciba el matiz que yo percibo. Para eso hay que concretar e intentar no escribir más de lo necesario. Las sensaciones, si las describes mucho son demasiado personales, y si no lo haces lo suficiente, se vuelven conceptos abstractos.
— A través de tus poemas vemos cómo el lenguaje crece y se transforma en un juego dinámico y frondoso en el que la narración de lo que se cuenta modifica el lenguaje dotándolo de una musicalidad muy personal, nada estridente, suave, que de forma natural sigue la estela natural del tiempo, el camino recorrido, ¿cómo surge este libro de poemas y cómo estableces esta estructura tan eficaz?
Es la primera vez que escribo un libro habiendo decidido que va a ser un libro. Todo lo hecho anteriormente son recopilaciones de poemas a los que les he visto algo en común a posteriori. En el caso de “Callaba la tierra” no forcé la escritura de los poemas, pero sí sabía que quería acabar escribiendo un libro con ellos, que tenían que tener una temática y un color coherentes.
En cuanto a la estructura, yo la vi clara, las estaciones, los ritos y los cambios del paisaje asociados a ellas. Mis cambios de rutinas. Un laberinto circular sin salida.
— Como lectora, ¿cuáles serían tus autores o autoras de cabecera o aquellas lecturas que marcaron tu vida personal o profesional?
De niña, oír en labios de mi padre a Miguel Hernández y Antonio Machado y leer los versos del programa de fiestas de mi pueblo, ese octosílabo tan oral. Y Gloria Fuertes, la de veces que habré interpretado con mi hermana “Tres reinas magas” no las puedo ni contar. Pronto, con 17 años, conocí a las poetas del 27 (ahora conocidas como las Sin Sombrero). Concha Méndez, su sencillez tan pulida y limpia, tan cercana a Gloria Fuertes me atrapó. Ese jugar a la simpleza, a que la poesía sea alegre y no hable solo de desamores, me chocaba y atraía a la vez. ¡Hacer poemas a los aviones!
En lo profesional, leer a María Martín Barranco y a Brigitte Vasallo ha sido lo mejor que me ha pasado para replantearme todo el uso del lenguaje.
Y lo que unió ambos mundos fue leer a María Sanchez. Creo que “Callaba la tierra” tiene una deuda impresionante con “Almáciga” en la motivación para usar palabras de la Ribera de Navarra en los poemas. Y “Tierra de mujeres” fue la impulsor de los proyectos donde he querido escuchar las historias no escritas de las mujeres rurales y barriales. “Cuaderno de campo” es un animal sangrante que te muerde.
— Cualquier lector o lectora se siente inmediatamente seducido por un título tan hermoso como lo es “Callaba la tierra”, ¿cómo nace esta hermosa imagen que con tanto acierto has elegido?
Ana Jaka, a quien le dedico el poemario, me estaba haciendo la primera revisión, enseñándome a corregir con visión de libro. Cada título que se me ocurría le parecía que no encajaba. Buscaba un título que describiera el libro pero no estuviera contenido en él. Entonces Uve Books abrió convocatoria de poemarios y yo no tenía título, busqué un verso que me sonara bien de entre todos los poemas y cuando lo leí suelto, supe que había acertado. Porque lo que he guardado en este libro es lo que no quería que la tierra callara.
— Tras la presentación de este libro, ¿trabajas en algún proyecto futuro?
He puesto ya en manos de Sandra Márquez, editora de Uve Books, mi siguiente poemario “¿De qué muere un buitre?”. A pesar de las muertes que lo atraviesan, su color es más claro, más azul. Tiene una luminosidad que me sorprende.
Ahora trabajo en otro pero me está costando, siento que estoy necesitando otro estilo o una evolución de este. Me salen poemas más largos, como si esta vez quisiera ocultar algo en las palabras. Me tiene enjaulada.
Es el momento pues de atreverse a iniciar esta lectura del paisaje que habita dentro y cabalgar a través de estas páginas por un escenario en el que tal vez nos encontremos a nosotros y nosotras mismas, o quién sabe, descubramos en nuestra memoria o momento actual nuestro propio escenario interior que exactamente transforma y crea lo que crece afuera. Abrir el corazón y el alma y abandonarse a esta lectura puede iniciar dicha transformación en calma. Tan sólo es cuestión de voluntad y empuje.