Una confrontación entre cuerpo, espacio y vídeo transforma el Guggenheim Bilbao en una experiencia física y radical del arte contemporáneo.
La exposición YOU, que se presenta en el Museo Guggenheim Bilbao del 3 de abril al 7 de septiembre de 2025, propone un diálogo vibrante entre dos artistas fundamentales en el desarrollo del arte corporal y el vídeo como herramienta crítica: Vito Acconci (1940–2017) y Sergio Prego (n. 1969). Aunque separados por una generación y por contextos culturales distintos, la obra de ambos se entrelaza en torno a una serie de obsesiones comunes: el cuerpo como punto de partida, el espacio como extensión (o límite) del yo, y la videoperformance como medio para tensar esas fronteras.
El título de la muestra, YOU, no es casual: apela directamente al espectador. En lugar de contemplar obras, se le invita a ocuparlas, a pensarse dentro de ellas. En el trabajo de Acconci, esta apelación al «tú» —al otro, al que mira, al que escucha, al que reacciona— se convierte en una constante que desestabiliza la pasividad del espectador tradicional. En el de Prego, esta relación se materializa en estructuras que retan al visitante a habitar físicamente lo que parece inestable, hinchable, frágil.
El cuerpo como discurso
Vito Acconci, poeta antes que performer, entendió pronto que la página no bastaba. A finales de los años sesenta y principios de los setenta, trasladó su búsqueda lingüística al espacio físico y convirtió su propio cuerpo en el texto. En vídeos como Centers (1971), Theme Song (1973) o Pryings (1971), Acconci pone en escena situaciones de incomodidad, invasión o seducción en las que el artista habla, toca, respira, susurra, y hasta acosa al espectador. Son trabajos de una potencia incómoda, donde el vídeo no actúa como mero registro, sino como espacio de confrontación. La cámara, casi siempre fija, convierte el encuadre en un umbral: no documenta un acto, sino que lo contiene.
La muestra reúne algunas de las piezas más influyentes de este periodo, obras que redefinieron la performance desde un lugar íntimo y conceptual. En Theme Song, por ejemplo, Acconci se tumba frente a la cámara y canta una y otra vez fragmentos de canciones pop mientras susurra frases a la audiencia, intentando seducirla. Es una escena doméstica y desquiciante al mismo tiempo, que desmonta la frontera entre lo privado y lo público, entre lo espontáneo y lo coreografiado.
Estas obras tempranas del artista estadounidense anticipan preocupaciones que, décadas después, serán revisitadas desde una óptica muy distinta por Sergio Prego. En su caso, la fisicidad no es tanto el objeto del gesto artístico como su herramienta.

Arquitecturas de aire y movimiento
Formado en la escena experimental vasca y con una trayectoria internacional consolidada, Sergio Prego ha desarrollado una práctica escultórica y performativa que parte de la acción para reformular el espacio. Si en Acconci el cuerpo es insistente, invasivo, una especie de obsesión, en Prego es dinámico, abstracto, casi coreográfico. Sus vídeos de finales de los noventa y principios de los 2000, como Ikurriña Quarter o Tetsuo Bound to Fail, remiten al cine experimental y al lenguaje del videoclip, pero su verdadera aportación se sitúa en la escultura expandida. Con estructuras neumáticas, Prego propone espacios efímeros y habitables, burbujas de aire que alteran la arquitectura institucional desde dentro. Su serie Rubber Walls o las instalaciones hinchables que ha desarrollado en los últimos años son ejemplos de una escultura que respira, literalmente.
En la exposición del Guggenheim Bilbao, estas piezas dialogan con las de Acconci no sólo en términos conceptuales, sino también formales. El uso del vídeo como dispositivo espacial, el interés por la performatividad del cuerpo y el cuestionamiento de los límites físicos del museo como contenedor de arte son puntos de contacto clave entre ambos artistas. La tensión entre lo íntimo y lo monumental, entre lo efímero y lo persistente, recorre toda la muestra.

YOU: Un espacio en disputa
Más que una exposición cronológica, YOU se articula como un campo de fuerzas donde las obras de ambos artistas se potencian mutuamente. El recorrido no está organizado por épocas o estilos, sino por temas que se cruzan, se repiten y se reformulan. La elección de vídeos e instalaciones no busca la exhaustividad, sino la intensidad: cada pieza es un fragmento de un discurso mayor sobre el cuerpo, el lenguaje y la arquitectura.
El espacio del museo, con su imponente estructura diseñada por Frank Gehry, se convierte aquí en un tercer actor. Las obras de Acconci y Prego no sólo se adaptan a él, sino que lo cuestionan. En el caso de Acconci, sus vídeos minan la neutralidad del cubo blanco con una subjetividad desbordada. En el de Prego, sus estructuras neumáticas invaden pasillos, atrios y galerías con una organicidad que desafía la rigidez del edificio.
Este tipo de montaje resalta también una dimensión política que a menudo pasa desapercibida en exposiciones centradas en el cuerpo. Acconci, en su momento, fue acusado de transgredir límites morales; Prego, por su parte, subvierte los límites institucionales. En ambos casos, el arte se plantea como una forma de fricción: contra el lenguaje, contra el espacio, contra la pasividad del espectador. Uno de los aciertos de la exposición es evitar la idealización retrospectiva. Acconci no es presentado como un «padre fundador», sino como un artista cuya obra sigue incomodando, interpelando, generando reacciones ambivalentes. Sus vídeos no han perdido fuerza, y en el contexto actual —saturado de pantallas, cuerpos mediatizados y performances cotidianas en redes sociales— adquieren nuevas lecturas.
Prego, por su parte, se muestra como un heredero que ha sabido reinventar el diálogo con el espacio y el cuerpo desde una sensibilidad contemporánea. Sus obras no imitan a Acconci, pero tampoco lo niegan: lo atraviesan, lo replantean, lo traducen. En este sentido, YOU es también una exposición sobre la transmisión de lenguajes, sobre la continuidad (y ruptura) de una tradición performativa.
Conclusión: lo que queda del gesto
YOU es una exposición exigente, pero profundamente estimulante. No busca complacer al visitante, sino colocarlo en una posición incómoda, activa, física. Al recorrerla, uno no sólo contempla arte: lo siente, lo respira, lo encarna. Es una propuesta coherente con la trayectoria del Museo Guggenheim Bilbao, que ha sabido apostar por proyectos arriesgados sin perder su vocación pública.